Los impactos del cambio climático parecen cada vez más difíciles de ignorar. En el sur de Arizona, hemos experimentado altas temperaturas récord este verano. El calor se combina con la fuerte militarización de la frontera y las tácticas de aplicación de la ley que resultan en condiciones letales para los migrantes y refugiados.
El cambio climático parece atrapar a la gente de ida y de vuelta. En los puestos de socorro fronterizos y en el desierto, estamos encontrando personas que han sido desplazadas de sus hogares por deslizamientos de tierra, terremotos y cosechas fallidas. Cuando tratan de reconstruir sus vidas y mantener a sus familias en los Estados Unidos, se enfrentan a la travesía de un desierto más caliente y más seco.
Hablamos con Todd Miller, periodista y escritor sobre temas fronterizos, sobre los vínculos entre el cambio climático y la migración —el tema de su próximo libro Storming the Wall— y cómo se relacionan con el trabajo de No Más Muertes.
¿Cuál es la relación entre el cambio climático y la migración, en lo que estamos viendo en la frontera EEUU–México?
Según la mayoría de los informes, el número de personas que serán desplazadas por el cambio climático será asombroso y sin precedentes. Los impactos de las condiciones meteorológicas adversas, tales como huracanes, inundaciones, aumento del nivel del mar, y la sequía ya están azotando los países de América Central, el Caribe y México muy duro. En esas regiones ya hay sistemas económicos y políticos injustos, aunado a eso, las catástrofes climáticas incrementan las condiciones precarias.
“Al entrar en una era de clima extremo y potencialmente catastrófica, sin precedente en la historia humana, habrá divisiones internacionales más militarizadas y violentas que los refugiados y las personas desplazadas tendrán que enfrentar”.
En 2015, hubo una sequía sin precedentes que destruyó las cosechas en toda América Central. Más de un millón de personas, en su mayoría pequeños agricultores, se vieron afectados. Me encontré con tres de estos agricultores en la frontera entre México y Guatemala, donde esperaban montar La Bestia, el infame tren, para ir a los Estados Unidos. Mientras un camión militar mexicano pasó cerca con dos soldados enmascarados armados con rifles de asalto, tal vez en una misión policial fronteriza, como recién llegados de ser entrenados en Estados Unidos, los agricultores me dijeron que se dirigían hacia el norte desde sus hogares en Honduras porque no había lluvia, no hubo cosecha, y no había comida.
A medida que más “refugiados climáticos” lleguen a la frontera, ¿qué encontrarán?
En 2003, el Pentágono visualizó un mundo en el que los Estados Unidos construía una “fortaleza defensiva” para “detener a los inmigrantes hambrientos indeseados del Caribe, México y América del Sur”. Desde el 2010, el cambio climático ha sido identificado como una seria amenaza a la seguridad nacional. El Departamento de Seguridad Nacional ha creado un mapa estratégico y un plan de adaptación climática, y ha hecho del cambio climático una de las cuestiones centrales de su Informe Cuadrienal del 2014. No obstante, no hay discusión alguna sobre un estatus de refugiado climático, ni la ampliación de asilo en los Estados Unidos para los desplazados por catástrofes climáticas.
En cambio, en la frontera entre Estados Unidos y México, las personas se enfrentarán a una frontera cada vez más fortificada patrullada por agentes armados y sofisticados, sistemas de vigilancia, tales como torres, drones y dirigibles de vigilancia, todo ello bajo la misma estrategia de Prevención a Través de Disuasión que ha estado obligando a los migrantes a cruzar por el desierto, matándolos, desde hace más de veinte años.
¿Qué podemos esperar ver en las zonas fronterizas del sur de Arizona, si los eventos de cambio climático y las condiciones meteorológicas extremas continúan en su ritmo actual?
Aun si los países mantienen las promesas contraídas en La Cumbre del Clima de París de reducir las emisiones, se proyecta un aumento de la temperatura global muy por encima de la meta de dos grados F. y más allá del punto de no retorno. Algunos científicos están prediciendo tormentas inimaginablemente graves, capaces de mover enormes rocas, y un aumento del nivel del mar que inundará a la ciudad de Miami.
“La solidaridad no es una alternativa, no es una opción, es nuestra única oportunidad. Es nuestra única esperanza de seguir adelante y hacer frente a esta crisis climática”—Yeb Sano, activista climático
Para el Suroeste de Estados Unidos, los expertos en clima de la NASA predicen grandes sequías cuatro veces más intensas que la infame Dust Bowl de la década de los ’30’s, la cual desplazó a cientos de miles de personas en los Estados Unidos. En el punto central de una disminución de las fuentes de agua, incendios forestales y tormentas de polvo, es posible que Phoenix y Tucson se convertirán en gran parte inhabitables, y habrá migraciones masivas de personas dentro de los Estados Unidos. También es posible que un régimen de vigilancia interna de seguridad nacional, con guardias armados que puedan detener, interrogar y arrestar a las personas, estará “protegiendo la nación” en contra de los refugiados desplazados internamente dentro de los Estados Unidos.
¿Cuáles son sus ideas cerca de lo que las comunidades aliadas de los migrantes, refugiados y los indocumentados deberían estar haciendo ahora para prepararse para estos impactos?
Hay más de 70 fronteras controladas en todo el mundo, donde las personas son señaladas, a menudo racialmente, por guardias armados y vigilancia de alta tecnología. Al entrar en una era de clima extremo y potencialmente catastrófica, sin precedente en la historia humana, habrá divisiones internacionales más militarizadas y violentas que los refugiados y las personas desplazadas tendrán que enfrentar. Estas zonas fronterizas serán el campo de batalla
entre los ricos y los pobres.
Esto hace que la solidaridad y la organización transfronteriza de No Más Muertes sea aún más esencial. “La solidaridad no es una alternativa, no es una opción, es nuestra única oportunidad”, me dijo el activista climático filipino Yeb Sano durante la investigación para mi próximo libro. “Es nuestra única esperanza de seguir adelante y hacer frente a esta crisis climática”.
Entrevista: Catherine Gaffney. Traduccion: Ramiro Antonio López. Foto destacada: Paige Corich-Kleim. En junio, el Desierto de Sonora al sur de Arivaca, Arizona luce sumamente seco y desolado.