El 11 de noviembre, la Iglesia Presbiteriana de Southside en Tucson estalló de júbilo al ver entrar a Rosa Robles Loreto y su familia. Feligreses y simpatizantes tomaron fotos, aplaudieron y corearon “¡Rosa! ¡Rosa!” mientras entraban en el santuario. Multitud de jóvenes sonrientes del equipo de beisbol de José Emiliano, el hijo de Rosa, siguieron a la familia hasta el interior abarrotado.
Durante los últimos 15 meses, Rosa había estado viviendo en un pequeño cuarto de la iglesia que le ofreció refugio ante una orden de deportación inminente. Keep Tucson Together, un grupo afiliado de No Más Muertes, llevó a cabo una campaña para dar a conocer su caso y distribuyó 9,600 letreros con el mensaje “We Stand With Rosa” (“Estamos con Rosa”) a residentes y negocios por toda la ciudad.
Tras meses de negociaciones con el Departamento de Seguridad Interior, la abogada de Rosa, Margo Cowan, anunció que habían llegado a un acuerdo confidencial que permitiría a Rosa salir sin miedo de ser deportada. “No puedo hablar del asunto,” dijo Cowan al público, “Pero… está bien, está protegida”.
Algunas semanas antes, Cowan representó al marido de Rosa, Gerardo Grijalva, ante un tribunal y logró con éxito evitar su deportación.
“Otra familia de Tucson puede volver a su casa”, dijo Cowan entre gritos y aplausos. “Es esencial entender su motivación. Simplemente miren a su alrededor”.
Cowan agradeció a los oficiales públicos y miembros del Congreso que abogaron por ella y elogió a la gente que ayudo a poner letreros.
“Rosa, esta señora, representa a todas la madres”, dijo Cowan. “Y este hombre, Gerardo, representa a todos los padres. Nos representan a todos nosotros. Cuando organizamos nuestras clínicas legales aquí en Tucson, las llamamos Keep Tucson Together (‘Mantengamos a Tucson Unido’)”.
Cowan relató como la experiencia de Rosa ha sido una inspiración para muchas familias indocumentadas de toda la nación. Se dicen a sí mismos: “No nos vamos… porque hay una señora en una iglesia en Tucson que es un modelo para todos nosotros”.
Rosa vivió en el santuario durante 462 días, según la Reverenda Alison Harrington, la pastora de Southside. “Queríamos inundarla de todo el amor y toda la protección que las familias indocumentadas se merecen”, dijo Harrington.
Por último, Rosa tomó el micrófono: “Antes que nada, quiero agradecer a Dios por esta gran lucha, esta experiencia maravillosa, porque sin la fe que tengo en Él y la fuerza que me dio sus oraciones, no podría haber llegado hasta donde hemos llegado hoy”.
Después, Rosa agradeció a Cowan, a Sarah Launius, a Keep Tucson Together, y a todos los feligreses de Southside que la acompañaron día y noche, y especialmente a Harrington.
“Antes que pastora ella es madre y como madre pues yo sé que significó mucho para ella esta gran lucha”, dijo Rosa.
Se dirigió a la gente de las distintas iglesias que hicieron vigilias por ella, a los miembros de Congreso y al Obispo Gerald Kicanas, que vino a visitarla, y a los obreros del Southside Worker Center, Rosa les dijo: “Gracias, gracias, de corazón”.
Cowan enfatizó que “esto no es más que el principio… No vamos a parar hasta que no haya nadie en los Estados Unidos que tenga que vivir con miedo”.
Mientras la familia de Rosa se preparaba para salir, Harrington hizo una petición: “Si tienes un letrero de Rosa en tu patio, no lo quites. Decóralo con globos y flores en honor de las muchas Rosas de nuestra comunidad”.
Texto: Denise Holley. Traducción: Gerry Dunn, Esther Rincón Capitán, Ramiro Antonio López.